Máscaras o cambiar de piel...

Trabajaron en el proyecto 11 niñxs, cuyas edades cronológicas oscilaban entre los 8 y 12 años, enmarcados en un grupo pedagógico pertenecientes al 2º ciclo del turno tarde. 

Propuse como objetivo terapéutico del taller la construcción de máscaras focalizando en la integración grupal, debido a los constantes movimientos de alumnxs producidos a lo largo del ciclo lectivo, que obstaculizaban la pertenencia e identidad grupal. Las fluctuaciones se debieron a que según las disposiciones educativas vigentes en la Provincia de Buenos Aires, “la matrícula está abierta durante todo el año”, produciéndose nuevos ingresos (de otros grupos, de otras instituciones o niñxs sin escolaridad previa) y egresos (a otros grupos pedagógicos, al servicio de integración en E.G.B. o a otras instituciones). 

Esta situación suscitó sentires de no-pertenencia, ilusiones /desilusiones, sentimientos de vacío por los espacios dejados, nuevas adaptaciones a los recién llegados, cambios abruptos en lo sentido y vivenciado como continente /contenedor. Es de notar, que todas estas situaciones “se repiten” a lo largo de sus propias historias, siendo que también son personas que debido a sus historias se convirtieron  en “no aceptables y no adaptables” en el sistema educativo llamado Educación General Básica. 

Consideré la producción de máscaras como el eje del Taller de Arte Terapia (para este grupo y este año), con el objetivo de elaborar situaciones de pérdida o desequilibrios, transformándola y recreándola en cuestiones que hacen a la dinámica propia de la vida y sus devenires. 

El lograr la creación de un personaje, que emerge de las fantasías implica jugar, “transformar-se” en un personaje, intervenir activamente en “su propia máscara” que oculta el rostro de quien la lleva, pero que a su vez le deja la posibilidad de mirar todo lo que sucede alrededor, el apropiarse de una parte de sí lúdicamente y adscribirle diversas significaciones, para conformar una otra cartografía en la subjetivación de cada participante.

De abril a septiembre se trabajaron diversos disparadores y consignas tendientes a evaluar el nivel gráfico y expresivo, brindando herramientas y destrezas para el pleno desarrollo de sus potencialidades. A partir del mes de octubre nos abocamos específicamente a la construcción de máscaras, centrado en la selección de los diversos personajes, las implicancias y resonancias afectivas de cada una de ellas.

Fueron realizadas de manera individual, destacando las diversas etapas que el trabajo mismo demanda (selección de cajas y materiales con los cuales cada unx deseaba trabajar, calado de las partes significativas, incorporación de otras, pintura y decoración de las mismas). Se hizo especial hincapié en los momentos de búsqueda y selección de materiales, en la manera de realización de cada uno, en la progresiva adscripción de “cosas” materiales y “cosas” habladas a las producciones, en la apropiación y sentido a cada uno de los detalles surgidos  tomando los personajes por cada niño elegido. La actividad concluyó en el mes de noviembre, con la dramatización y juegos de diversas escenas según los disparadores surgidos por el grupo.

Uno de los rasgos destacables es la similitud de las máscaras realizadas. Según una lectura ingenua, es interpretado socialmente como “negativo”, ya que desde lo ingenuo e inocente aparecería como un desdibujamiento de las singularidades por imitación o copia. No es así en nuestro encuadre Arte Terapéutico. Propongo que recordemos el objetivo enunciado del Taller y reflexionemos algo más...

La aparente similitud configura para nosotros el rasgo inicial disparador que opera como sentido de pertenencia, como el símbolo de comunión que congrega y aúna al grupo, por lo parecido, por lo igual, por lo que en primera instancia les brinda seguridad y bienestar frente a los cambios y desconciertos.  Es a partir de allí desde donde los niñxs se comienzan a estructurar, desde lo conocido, lo familiar, pero también desde aquello que les provoca placer y gozo. No es para ellos inhibitorio su semejanza, sino fuente de contención.  

Progresivamente la similitud identificatoria que emerge de las producciones va diferenciándose, tornándose en auténticas obras individuales, pertenecientes a un grupo, pudiendo como cada unx adscribir elementos inconscientes y conscientes a su máscara, invistiéndolas de contenido simbólico y tornándolas  piezas únicas, reflejo de la propia evolución interna. 

Las producciones adquieren en boca de sus artistas una nueva significación al momento de la puesta en común y las resonancias grupales; allí es donde cada participante habla y hace hablar a “su máscara”, construyendo diversas escenas psicodramáticas, producto de los intercambios. Algunas de ellas fueron:

“Somos todos monstruos feos que asustamos a la gente”; cada participante comenzó a describir las características de “su propio monstruo”.

“Somos una familia”; en donde el líder del grupo le adjudicó un rol determinado a cada una de las máscaras (aceptándose por todos de muy buen agrado).

“Trabajamos en un circo y somos payasos”; escenificando las morisquetas que cada payaso realizaba en la arena para divertir a un público imaginario.

Se desprende de las escenas escogidas, la PERTENENCIA GRUPAL EXPLICITA surgida desde el proceso mismo de elaboración, las resonancias y su puesta en juego. 


En Arte Terapia confluyen tres instancias: la educativa, la psicoanalítica y la vinculada con el terreno del arte. Mi rol en tanto Arte Terapeuta ofició de soporte, continente, punto de partida,  invitación al diálogo, herramienta y reflejo de los niños, hilos del ovillo que favorecieron los caminos de subjetivación.

La realización de la máscara incluyó todos los aspectos de la creatividad  tendientes al desarrollo como enuncian Sara Pain y Gladys Jarreau en su obra Una psicoterapia por el arte: “la capacidad de organización perceptivo motriz, la integridad de la imagen corporal, la comprensión de las relaciones propias a la lógica del espacio, la representación simbólica de aquello que, en una máscara se refiere a la doble determinación de la subjetividad: la historia de la cultura y la historia personal”.


Para los niñxs tener un espacio que les permita jugar y escenificar ser otros de los que en realidad son, hacer cosas imaginadas, sin ser censurados o denotados por “lo distinto”, sino que ello configure una cuestión lúdica, es abrirles la puerta para que puedan realmente construir lo auténtico y lo propio. Siendo que, al provenir de ámbitos donde se les señala que el ser como son, los hace “estar en otro lugar” (a modo de sanción y penitencia), les cuesta muchísimo manifestarse de manera pura y espontánea, por una nueva amenaza que pugna por aparecer. 

Sara Paín y Gladys Jarreau sintetizan el Hacer Arte en la máscara: “(...) es un lugar de síntesis de los dos mecanismos que constituyen la base del psiquismo: la proyección y la identificación. La posibilidad de ser como otro y de conservarse uno mismo es posible gracias al engaño de la apariencia. La máscara permite provocar en el otro reacciones que, por su propia presencia, el sujeto es incapaz de lograr, convirtiéndose de esta manera en el símbolo de esta impotencia cuya causa está vinculada con frecuencia a un sentimiento de vergüenza. En resumen, la máscara no oculta nada, salvo lo que es bien conocido; su misterio reside en la creación de uno”.


La máscara les brindó un vehículo exquisito para desplegarse en la diversidad, para “cambiar de piel” por un corto momento y en esa búsqueda de ida y vuelta, permitir que el surgimiento del ser propio, sabiendo que aquello que la máscara oculta es el sí mismo, sin perder-se en los devenires y por sobre todo sin dejar de ser.








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